Se supone que tiene unos 20.000 años de existencia de acuerdo con la datación de algunas pinturas rupestres en las que aparece el instrumento, aunque los propios aborígenes le dan una antigüedad de hasta 40.000 años.
En sus orígenes, el didgeridoo fue creado a partir de troncos muertos de árboles, principalmente eucaliptus, con su interior roído por la acción de las termitas. Al limpiar el tronco en cuestión se obtiene un tubo largo, el cual se hace sonar haciendo vibrar los labios en uno de sus extremos. Esta vibración, al ser amplificada por las paredes del tubo, genera su vibración característica. Es posible modular la vibración obtenida, moviendo los labios y la lengua, o sumando a la vibración sonidos surgidos de la garganta.
Una de sus particularidades es que se puede tocar durante un tiempo ilimitado mediante una técnica denominada respiración circular, que consiste en mantener continuamente una cierta presión de aire en la boca, inhalando aire por las fosas nasales.
Un didgeridoo usualmente mide entre 8 y 12 cm. de diámetro y su longitud puede variar desde, aproximadamente, 50 centímetros, hasta dos metros o más. La longitud del instrumento determina la gravedad de su sonido. Algunos presentan un ensanchamiento en su boca inferior, semejante a una trompeta. Muchas veces la boca superior, por la cual se sopla, presenta una cubierta de cera, para prevenir la irritación de los labios a causa del roce.
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